domingo, 23 de marzo de 2014

La democracia nos fue infiel

La democracia ha sido definida a lo largo de la historia por diferentes autores y corrientes de pensadores, de los primeros fueron Platón y Aristóteles, los cuales la consideraron como <<el gobierno de la multitud>> y <<el gobierno de los más>>, respectivamente. Pero Platón dudaba de la democracia, y señaló algunas críticas de esta en sus reflexiones como “la masa popular es asimilable por naturaleza al animal esclavo de sus pasiones e intereses pasajeros; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor”. Uniendo ésta a otra serie de interpretaciones, su pensamiento sobre este modelo de estado indica que la democracia es ingobernable, impulsa la tiranía y la inmoralidad de cada uno. Como contraposición de esta definición profunda y analítica de democracia, tenemos la fría y desapasionada que hace el diccionario de la RAE, calificándola como: “1.Doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno 2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un estado”.

Cabe decir que cuando hago referencia a democracia, no me refiero solo a votar (derecho que considero fundamental), sino englobo el conjunto de instituciones del estado,  mecanismos de representación, funcionamiento del sistema… Aquí no entro en el estudio de ésta, sino en la visualización o sentimiento que parece tener la sociedad actualmente de ella. Para poner en situación diría que: “esta doctrina es como el estreno de un coche, al principio todo son experiencias positivas y no percibes fallo, pero con los años aparecen las averías y empiezas a dudar de que tu coche tenga los mejores mecanismos del mercado”. El título, de manera irónica, pretende transmitir el sentimiento de gran parte de la sociedad ante la democracia, basándose en la concepción histórica de este modelo como forma de gobernar, donde el poder reside en el pueblo, pero actualmente la gente no percibe que ese poder lo tengan ellos sino una élite, y no precisamente de sabios (como defendía Platón), sino más bien económica y política.

La democracia durante la guerra fría no tenía competencia, era estar dentro de la hegemonía mundial o pertenecer al bloc soviético, así que España tras la dictadura y una transición, pensando más en solucionar el conflicto de aquel momento que en el futuro, estableció una democracia electoral como en buena parte de los países neoliberales, infundiendo que era la única vía de progreso (E. Hobsbawm). Con el transcurso del tiempo la euforia democrática se fue evaporando y empezaron a surgir los problemas intrínsecos del sistema, en parte por la configuración de éste y en otra por aquellos que la han manejado. Hasta llegar a la actualidad donde la percepción de desgaste que sufre la democracia en nuestro país empieza a rozar índices preocupantes, en 2012 la valoración de la población española sobre su sistemademocrático era de 5,8; medio punto menos que en 2008. En esta disminución han intervenido diferentes factores que siguen estando a la orden del día como: la corrupción, la lejanía de los partidos, la injerencia de la Unión Europea en política nacional, el funcionamiento del poder judicial, la presencia del poder económico en la toma de decisiones políticas… 
    
Todos en mayor o menor medida percibimos los problemas del sistema en el transcurso de los días, y culpamos a los políticos actuales así como a los que forjaron el sistema. Pero esta crítica aunque no carece de razón, peca de irresponsable, si antes la sociedad no asumimos culpas. La población española quizás hasta el inicio de la crisis estaba adormecida democráticamente por el resplandor económico, limitándose a votar en las elecciones, poniendo poco hincapié en los fallos del sistema democrático. Fue con la pérdida de esta situación económica y las reformas políticas recientes que se impulsaron las voces críticas contra el sistema y el rumbo que éste está tomando: un blindamiento de los poderes estatales y fácticos, que imposibilitan la asunción de responsabilidades y el justo proceso judicial por ello. Estas reclamaciones han intervenido en el declive de la valoración democrática al cambiarse por completo la mentalidad de la gente respecto al pasado. A finales de la dictadura la gente tuvo una actitud ofensiva y ambiciosa por conseguir aquello que les había sido robado durante cuarenta años, democracia y con ella la libertad; pasado otros cuarenta años de aquel momento y acostumbrados a vivir en los logros de aquel reclamo popular, nuestra actitud es defensiva, ya que luchamos por no perder los elementos de nuestro sistema, aunque empiezan a surgir algunas voces que introducen en el vox populi elementos que podrían enriquecer nuestra democracia.  

Aquel elemento reclamado, más directamente relacionado con la <<democracia electoral>> de la que nos habla Hobsbawm, es una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones, tanto en la posibilidad de que las proposiciones de ley ciudadanas tengan un cauce más fluido como un mayor número de referéndums, una práctica muy poco extendida en nuestro país; este mecanismo debería estar bien regulado para no caer en una saturación de éstos, como en el caso de Suiza. Ante una mayoría absoluta como la actual parece más necesaria que nunca esta posibilidad, ya que la la toma de decisiones es unilateral, confundiendo por parte del gobierno mayoría absoluta con absolutismo.

Quizás por el contexto actual que vivimos también se requiere un refuerzo de la separación de poderes para acercarse aquello que planteaba Rousseau. El poder judicial es percibido como una institución donde cada partido intenta influenciar con más fuerza que el resto, este hecho tiene su máxima expresión en el nombramiento de los jueces del Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial, donde los partidos designan a parte de sus miembros. Junto con esto, eliminar los indultos parece fundamental, este es un mecanismo que ya no tiene cabida en una democracia del siglo XXI y el único uso que se le está otorgando ha sido el de librar de las condenas a gente afín al partido o la que anteriormente había realizado algún favor a este.

Si la democracia actual de España no se renueva y mejora, la desafección con el sistema va a perdurar, y el problema es que no hay ningún sistema alternativo que haya tenido éxito. La democracia sin duda es el camino para el progreso y la libertad, pero es un camino que necesita irse restaurando, ya que por sí solo no se regenera. Pero en esto Platón parece que no se equivocaba el hombre se mueve por sus intereses personales, y hasta que eso no cambie y se mire el beneficio colectivo nuestra democracia seguirá perdiendo crédito, y éste como todo recurso no es infinito. 


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