sábado, 25 de enero de 2014

El negocio de las redes sociales y portales de búsqueda.

En pasados posts hablé de los efectos que ha traído internet al mundo de la información, quizás en el terreno donde más influye la desinformación que expliqué, sean las redes sociales, las cuales son las actuales plazas mayor de cualquier pueblo de siglos pasados, donde el primero en contar la noticia sentía una gran satisfacción al ver que se propagaba lo explicado, sin importar la veracidad de esto. El problema es que la información que surge en redes sociales no se queda solo en tus conocidos más cercanos como en aquella época, actualmente nos encontramos con un flujo de publicaciones inimaginables hace unos años, que da la vuelta al mundo en apenas horas.

Las redes sociales han tenido un crecimiento exponencial en apenas diez años, tanto en número de usuarios que la utilizan como en el valor económico como empresas, tanto Facebook, Twitter y Google cotizan en bolsa, y aunque su rendimiento en el mercado bursátil no es todo lo bueno que se esperaba, el capital de sus empresas sí ronda valores astronómicos propios de grandes empresas con décadas de beneficios. Ahora bien si sus servicios son gratuitos ¿de dónde sacan estas empresas beneficios? Ellos alegan que gran parte de su enriquecimiento se debe a la publicidad, pero realmente una empresa no hace una fortuna solo con este recurso económico. El problema es que la fuente de ingresos mayoritaria es mucho más oscura como para hacerla pública. Solo hay que pensar en el único recurso del que disponen a partir de hacernos usuarios o buscar en sus portales, nuestra información (publicaciones, datos de registro, datos confidenciales, conversaciones privadas…). Actualmente la información de las personas es uno de los bienes más cotizados, tanto por empresas privadas como por gobiernos, cada una la requiere para distintos fines, pero muy poca es utilizada para el beneficio de la propia persona.

Todas estas empresas de nueva generación han reconocido la venta de información de  sus usuarios a distintos gobiernos que la solicitan alegando motivos de seguridad, pero el uso que hacen de ella va más allá de la simple vigilancia, la cual llega a convertirse en un estricto control de la intimidad indiscriminadamente. En cambio dichas empresas son más reticentes a la hora de reconocer la venta de información de todas sus cuentas a empresas privadas, pero este hecho se demuestra en la cantidad de fondos privados que reciben de diversos sectores empresariales: aseguradoras, clínicas privadas, agencias de viajes, medios de comunicación… Todos estos sectores realizan inversiones en Facebook, Twitter o Google buscando unos beneficios que se materializan de dos formas, la primera es la lógica y directa, es el típico rendimiento económico del cual obtienen beneficios en forma de capital, y la segunda es indirecta y más oculta, por la que estas empresas reciben toda aquella información de ciudadanos que son clientes de redes sociales, para la utilización en sus fines empresariales, realizando así un estudio de mercado y un seguimiento de sus clientes mucho más verídico y por lo tanto eficaz. Dos ejemplos verídicos para reflejar esta realidad:

Gobiernos: Actualmente las redes sociales sirven de sustituto de los antiguos espías de servicios de inteligencia, ahora si alguien resulta molesto para un gobierno solo hace falta buscar su actividad en redes sociales o conversaciones privadas, para encontrar aquel elemento comprometedor que sirva de herramienta para el chantaje y mantenerlo alejado y/o callado.
Empresas: Centenares de personas han presentado denuncias al darse cuenta que sus aseguradoras les habían aumentado el precio de sus recibos, cuando pidieron explicaciones ante sus empresas de seguros se dieron cuenta que estas conocían de su propia información sin que ellos se la hubieran notificado, esta la habían conseguido teniendo acceso al historial de sus búsquedas y a publicaciones en redes sociales, por lo que no requieren de más pruebas.

Al conocer todo este entramado, uno se pregunta ¿Por qué sí hay pruebas de estos hechos no se les pueden condenar por la utilización que hacen de algo privado? La respuesta es clara a la vez que preocupante, no hay delito si hay consentimiento para que se produzca la acción, y en este caso nosotros les autorizamos para que hagan lo que convenga con nuestros datos en el mismo momento que “leemos” y firmamos la política de privacidad, en todo ese texto interminable y propio de una cláusula hipotecaria, encontramos fragmentos donde legalizan estas acciones. Y aquí es donde radica el problema porque si al vacío legal que existe en el mundo de internet donde de momento no existe una jurisdicción a la que ceñirse para condenar delitos, le añadimos la falta de escrúpulos que existe actualmente en el mundo empresarial donde lo que prima es el máximo beneficio por encima de cualquier valor ético, obtenemos como resultado este flujo oculto de información entre empresas y gobiernos, mientras los usuarios nos sentimos realizados al compartir con amigos públicamente, vía redes sociales: nuestras preocupaciones, intereses, opiniones, condiciones laborales y sentimentales, o cuando en portales a los que otorgamos falsa confianza introducimos datos que no le daríamos ni a nuestros mejores amigos, en especial los bancarios con los que nos podrían desplumar en un segundo. Si el siglo XXI que está construyendo la interrelación  entre personas de todo el mundo mediante redes sociales sirve para que empresas puedan tener mayores beneficios, y los estados nos tengan mucho más controlados en base a sustraer nuestra privacidad, recuperaría a Groucho Marx para decir: ”Paren el mundo que yo me bajo”.


Félix Valle

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