sábado, 11 de enero de 2014

La era de la desinformación

Desde la universalización de internet se dice que vivimos en la era de la información ya que disponemos de una cantidad inimaginable de información solo al alcance de un click, tenemos a nuestra disposición todas las publicaciones del mundo en una pantalla, es decir ya no solo estamos informados por el ámbito periodístico que nos rodea sino que podemos expandir nuestro campo de información hasta donde alcance nuestro interés. ¿Parece una situación idílica, no? Sí que lo seria sino fuera por un factor: el hombre tiende por naturaleza a sacar la máxima satisfacción del mínimo esfuerzo, este comportamiento casualmente está llevando a que la sociedad preste menos atención a la información y este más desinformada porque la cantidad de noticias que recibe durante el día no es capaz de procesarla para su optimo entendimiento, pero en cambio se sienta plenamente informada.

Al iniciar el post he dicho que vivimos en la era de la información como dicen muchos, pero yo puntualizaría y más bien diría en la masificación de la información. Solo hace falta navegar un poco por internet para darte cuenta la de cantidad de noticias que surgen al minuto, y es verdad que la diversidad de opiniones es positiva para el conocimiento, el inconveniente es que actualmente internet es un mundo sin legislar donde todo vale y eso se materializa en la erupción de información sin contrastar o sin un origen claro, por lo que cualquiera es capaz de lanzar noticias a este campo. Esto genera una fuente de problemas si tenemos en cuenta la sociedad en la que vivimos donde la compasión por los demás brilla por su ausencia y donde el minuto de fama se paga al mejor postor.  

Y es que en la actualidad al estar sumergidos en este sistema de información nos encontramos con diferentes hechos a los que nos hemos acostumbrado, como el surgir de noticias explosivas que a la semana son olvidadas por completo, la cantidad de estudios que salen para legitimar diferentes acciones o como métodos de campañas publicitarias que llevan detrás una Universidad que corrobora ese estudio donde simplemente firman a cambio de una suma de dinero, noticias que tienen que ver con el parte meteorológico que acaparan buena parte de noticiarios donde cada año la situación es la más alarmante en décadas o el conocido como efecto Lázaro fenómeno que consiste en que una serie de noticias que se creían muertas vuelvan a resurgir a lo largo del tiempo con meros cambios para volver a salir a la palestra, como ejemplos de estas encontramos diferentes descubrimientos científicos, declaraciones impactantes de algunos cargos políticos, hallazgos arqueológicos que ponen en jaque la historia… Todas estas parecen que van a tener cierta relevancia pero tienen un resultado común, el olvido. Actualmente en la agenda informativa no intervienen solo los medios sino que en ella podemos interferir cualquier ser humano, para ello han sido claves las redes sociales que son un constante resurgimiento de noticias del pasado que solo con cambiar la fecha y un titular impactante vuelven a salir a la luz, en este proceso los clásicos medios de comunicación son un elemento relevante porque adquieren estas noticias como válidas y le dan su propia firma editorial sin antes haber realizado un mecanismo de contraste o validación.

Esta situación está llevando al desconcierto social, ya que en el momento histórico donde más información surge al alcance de cualquiera, menos somos capaces de retenerla. Esto está llevando a una falsa sensación de estar informados de diversos temas cuando más bien estamos desinformados de lo realmente importante, pocas de las informaciones que salen en los medios convencionales son realmente vitales para ser seres con capacidad crítica, más bien son noticias que interesan a diferentes grupos de poder tanto políticos, financieros como empresariales, ya sea para distraer nuestra atención, manipular nuestra forma de pensar mediante el adoctrinamiento, o ser clientes de diferentes empresas.


Nos estamos acostumbrando a compartir titulares, a exaltarnos por ver unas declaraciones salidas de tono o a unos datos alarmantes, pero este sentimiento que nos despiertan es sofocado a la mañana siguiente con otra cortina de humo. El periodismo sensacionalista está triunfando por delante de la reflexión, el análisis o la opinión fundamentada, actualmente un titular contundente o llamativo, es más leído que el artículo de grandes periodistas que por suerte todavía los hay. 

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