Desde la universalización de
internet se dice que vivimos en la era de la información ya que disponemos de
una cantidad inimaginable de información solo al alcance de un click, tenemos a
nuestra disposición todas las publicaciones del mundo en una pantalla, es decir
ya no solo estamos informados por el ámbito periodístico que nos rodea sino que
podemos expandir nuestro campo de información hasta donde alcance nuestro
interés. ¿Parece una situación idílica, no? Sí que lo seria sino fuera por un
factor: el hombre tiende por naturaleza a sacar la máxima satisfacción del
mínimo esfuerzo, este comportamiento casualmente está llevando a que la
sociedad preste menos atención a la información y este más desinformada porque
la cantidad de noticias que recibe durante el día no es capaz de procesarla
para su optimo entendimiento, pero en cambio se sienta plenamente informada.
Al iniciar el post he dicho
que vivimos en la era de la información como dicen muchos, pero yo
puntualizaría y más bien diría en la masificación de la información. Solo
hace falta navegar un poco por internet para darte cuenta la de cantidad de
noticias que surgen al minuto, y es verdad que la diversidad de opiniones es
positiva para el conocimiento, el inconveniente es que actualmente internet es un
mundo sin legislar donde todo vale y eso se materializa en la erupción de
información sin contrastar o sin un origen claro, por lo que cualquiera es
capaz de lanzar noticias a este campo. Esto
genera una fuente de problemas si tenemos en cuenta la sociedad en la que vivimos
donde la compasión por los demás brilla por su ausencia y donde el minuto de
fama se paga al mejor postor.
Y es que en la actualidad al
estar sumergidos en este sistema de información nos encontramos con diferentes
hechos a los que nos hemos acostumbrado, como el surgir de noticias explosivas
que a la semana son olvidadas por completo, la cantidad de estudios que salen
para legitimar diferentes acciones o como métodos de campañas publicitarias que
llevan detrás una Universidad que corrobora ese estudio donde simplemente
firman a cambio de una suma de dinero, noticias que tienen que ver con el parte
meteorológico que acaparan buena parte de noticiarios donde cada año la
situación es la más alarmante en décadas o el conocido como efecto Lázaro fenómeno que consiste en que
una serie de noticias que se creían muertas vuelvan a resurgir a lo largo del
tiempo con meros cambios para volver a salir a la palestra, como ejemplos de estas encontramos diferentes
descubrimientos científicos, declaraciones impactantes de algunos cargos
políticos, hallazgos arqueológicos que ponen en jaque la historia… Todas estas
parecen que van a tener cierta relevancia pero tienen un resultado común, el
olvido. Actualmente en la agenda informativa no intervienen solo los medios
sino que en ella podemos interferir cualquier ser humano, para ello han sido
claves las redes sociales que son un constante resurgimiento de noticias del
pasado que solo con cambiar la fecha y un titular impactante vuelven a salir a
la luz, en este proceso los clásicos medios de comunicación son un elemento
relevante porque adquieren estas noticias como válidas y le dan su propia firma
editorial sin antes haber realizado un mecanismo de contraste o validación.
Esta situación está llevando al
desconcierto social, ya que en el momento histórico donde más información surge
al alcance de cualquiera, menos somos capaces de retenerla. Esto está llevando
a una falsa sensación de estar
informados de diversos temas cuando más bien estamos desinformados de lo
realmente importante, pocas de las informaciones que salen en los medios
convencionales son realmente vitales para ser seres con capacidad crítica,
más bien son noticias que interesan a diferentes grupos de poder tanto
políticos, financieros como empresariales, ya sea para distraer nuestra
atención, manipular nuestra forma de pensar mediante el adoctrinamiento, o ser
clientes de diferentes empresas.
Nos estamos acostumbrando a
compartir titulares, a exaltarnos por ver unas declaraciones salidas de tono o a
unos datos alarmantes, pero este sentimiento que nos despiertan es sofocado a
la mañana siguiente con otra cortina de humo. El periodismo sensacionalista está triunfando por delante de la
reflexión, el análisis o la opinión fundamentada, actualmente un titular
contundente o llamativo, es más leído que el artículo de grandes periodistas
que por suerte todavía los hay.
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